Guerras Cántabras

LA GÉNESIS DEL CONFLICTO Y LA PARTICIPACIÓN DEL EMPERADOR AUGUSTO.

En torno al año 30 antes de Cristo, de entre los pueblos de la Península Ibérica únicamente cántabros y astures mantiene su independencia frente a Roma. Las guerras contra los cántabros comienzan en el año 29 a.C. con las campañas sucesivas de los legados Statilio Tauro (29 a.C.) y Calvisio Sabino (28 a.C.) y Sexto Apuleyo (27 a.C.). Sin embargo, lo que conocemos como Bellum Cantabricum et Asturicum comprende solamente los años 26 y 25 a.C. que es cuando participó activamente y personalmente Octavio.

En el año 27 a.C. se procede a los preparativos de la ofensiva. El 16 de enero, el joven Cayo Julio César Octaviano se le otorga el cognomen de Augusto y emperador: Emperador César Augusto (Imperator Caesar Augustus). Procede a reorganizar Hispania en tres provincias: Una senatorial (la Bética) y dos imperiales (sin pacificar) correspondientes a la Tarraconense y la Lusitania. Tras confirmarse su mando sobre el ejército y conseguida la moneda suficiente el emperador abre las puertas del templo de Jano para que el tránsito de la guerra le sea propicia. Parte hacia Hispania donde llega a Tarraco a finales del 27 a.C. Tras el invierno, se encuentra en la ciudad turmoga de Segisamo (Sasamón, Burgos). Cuenta con tres legiones y sus auxiliares a su mano, con pretensión del acometer la subyugación de los cántabros y comenzar el Bellum Cantabricum.

CÉSAR AUGUSTO CEDE LAS TROPAS A CAYO ANTISTIO

Augusto estuvo presente al inicio de la campaña bélica[1] del 26 antes de Cristo, retirándose a Tarraco ante el fracaso de su táctica envolvente mediante tres columnas de penetración en territorio cántabro.  Los indígenas rehuyeron el enfrentamiento frontal. Aplicando una exitosa táctica de hostigamiento del suministro de las legiones y de guerra de guerrillas. El emperador deja como legado a Cayo Antistio Veto, quien reanudó las ofensivas. La elección de Veto, muy posiblemente se fundamentó en su  experiencia personal al mando de la guerra de montaña en los Alpes contra los Salasios (en el 35 a.C.) de la Galia Transalpina. Un conocimiento práctico de la ofensiva en tierras montañosas y orografías abruptas que aplicaría eficazmente contra los cántabros.

[1] Según Suetonio (Div.Aug., 26,3) hubo de tomar posesión en la ciudad de su octavo y noveno consulados, correspondientes a los años 26 y 25 aC.: “No siempre pudo tomar en Roma posesión personal del consulado: el cuarto le cogió en Asia, el quinto en la isla de Samos, el octavo y noveno en Tarraco”. Así que en enero del 26 se encontraba en Tarraco y en enero del 25 también, quizás a la vuelta por su enfermedad contraída en la guerra. En el invierno del 25 se reciben las noticias de los éxitos de Antistio.

En el invierno del 25 a.C. se reciben noticias de la conquista de los Cántabros y Astures por parte de sus legados (Antistio y Publio Silio Carisio). El emperador Augusto regresó al escenario de la guerra para imponer las condiciones de la rendición: obligó a bajar al llano a la población castreña, vendió prisioneros y obligó a entregar rehenes. Posteriormente, el emperador (comienzos del año 24 a.C.) regresaría a Roma, donde ordenó cerrar las puertas del templo de Jano, con símbolo de periodo de paz. Se organizaron festejos, pero rechazó celebrar el triunfo que le ofrecía el Senado, aunque regaló a cada romano 400 sestercios para celebrar la victoria.

La campaña de Antistio es donde se desarrollan los acontecimientos más conocidos del conflicto. Los cántabros osaron a presentar enfrentamiento frontal a campo abierto ante las legiones romanas, lo que precipitó su derrota. Bajo los muros de la ciudad indígena de Bergida o Bellica (¿Monte Bernorio?, Pomar de Valdivia, Palencia) fueron violentamente derrotados.

Los supervivientes, según narran las parcas fuentes escritas romanas, huyeron al denominado Monte Vindio, donde fueron cercados y perecieron de inanición. Después Antistio tomó algunas ciudades como el oppidum de Aracelium o Aracillum, puerta de entrada al área septentrional de la Cantabria Antigua,  que resistió tenazmente y fue posteriormente arrasado. Desde aquí partió hacia el norte internándose en las montañas y los densos bosques. A finales del verano o comienzos del otoño del 25 a.C. se produjo el desembarco de una flota marítima (sumando una cuarta legión al conflicto) procedente del Sinus Aquitanicus (Golfo de Vizcaya), con el que el ejército romano aplicó una táctica de tenaza frente a la resistencia indígena, que terminó por abatir a los cántabros.

Mientras en la región de los astures se produjeron revueltas y levantamientos hostiles frente a Roma. La traición de los habitantes de Brigaecium y la toma de la ciudad de Lancia por parte del general Publio Carisio supuso el triunfo de Roma en este sector de la guerra. La victoria conllevo la obligación de los cántabros a abandonar los castros de altura, la entrega de rehenes y la esclavitud para muchos.

LA RESISTENCIA DE CÁNTABROS Y ASTURES

Sin embargo, la resistencia indígena supero la confianza de Roma. Entre el año  24 a.C. y el 22 a.C. los cántabros y astures ofrecieron trigo y otros suministros al ejército romano. El legado propretor Lucio Emilio Lépido envió un destacamento para su recogida, pero al llegar al lugar fueron exterminados en una estrategia táctica de emboscada. Como represalia Lucio Emilio saqueó sus cosechas, incendió algunas ciudades y cortó las manos a los capturados. Por esta victoria recibió el cognomen de Cantabrinus.

Dos años más tarde, en el 22 antes de Cristo, la guerra, una vez más, se desencadena. Los astures se sublevan por los ultrajes y crueldad del legado romano Publio Carisio. Los cántabros se unen a la rebelión al saber que había sido nombrado un nuevo legado llamado Cayo Furnio que consideraban inexperto. Sin embargo, sufren una grave derrota. Muchas fueron las bajas entre las huestes cántabras, algunos hechos prisioneros, mientras que otros prefirieron el suicidio que la captura y esclavitud impuesta por Roma.

Aquí acontece el episodio del monte Medulio y su foso defensivo de más de “quince millas” en donde “avanzaron los romanos por todas partes a un mismo tiempo, y aquellos bárbaros, al ver llegado el fin de su resistencia, obstinadamente se dan muerte con el fuego y con el hierro, en medio de una comida, con un veneno que allí se extrae comúnmente del tejo, librándose así, la mayor parte, de la esclavitud que a una gente hasta entonces indómita parecía más intolerable que la muerte” (Floro II,33,50).

Dos años más tarde, en el 20 antes de Cristo: “Los cántabros hechos prisioneros en la guerra y vendidos como esclavos, asesinaron a sus dueños y se fueron a sus casas; convenciendo a muchos, tomaron y fortificaron unas posiciones y se prepararon a asaltar las guarniciones romanas” (Dion Casio LIV,11,2). Nos dirá el poeta Silio Itálico, laureando la leyenda de un indómito pueblo, “no conciben la vida sin la guerra y toda la razón de vivir la ponen  en las armas, considerando un castigo vivir para la paz” La gravedad de la situación obligó a Augusto a enviar a su más prestigioso general y yerno Marco Vipsania Agripa, que se unió al legado de la tarraconense Publio Silio Nerva. La guerra se reanuda en el 19 antes de Cristo.

Al llegar tuvo que sofocar un amotinamiento de las legiones, qué desmoralizadas después de tantos años de lucha, creían invencibles a los cántabros y no obedecían a sus órdenes. “A estos (las legiones) pudo reducirlos rápidamente a la disciplina con amenazas, exhortaciones y promesas, pero contra los cántabros sufrió bastantes reveses. Pues su esclavitud con los romanos les había dado experiencia y sabían que de ser cogidos, ni tan siquiera salvarían la vida. Por fin, después de perder a muchos soldados y de castigar también a muchos, entre otros, a la legión llamada Augusta la prohibió usar más este nombre, exterminó a todos los enemigos de edad militar y a los restantes les quitó las armas y les obligó a bajar de los montes a la llanura” (Dion Casio 54,113-5).

MARCO VIPSANIO AGRIPA. EL FINAL DE LA GUERRA.

Año 19 antes de Cristo. La campaña de Agripa fue brutal y genocida, con el objeto de doblegar definitivamente las sublevaciones reiteradas. Según Estrabón (III,4,17-18) muchos Cántabros acorralados deciden suicidarse con el veneno del tejo o tirándose al fuego. “Se cuenta también de los cántabros este rasgo de loco heroísmo: que habiendo sido crucificados ciertos prisioneros, murieron entonando himnos de victoria”. Debió conllevar un exterminó de todos los enemigos en edad militar, deportaciones y mutilaciones; a los restantes les quitó las armas y les obligó a asentarse definitivamente en la llanura, tras arrasar sus fortificaciones y poblados.

Al término de la guerra Agrippa recibió la corona muralis por algún episodio desconocido en el ataque a algún castro. Augusto le concedió el triunfo pero no lo aceptó (tal como hizo Augusto tras la campaña del 26-25 a.C.). Tampoco dio cuenta de su victoria ante el Senado; a partir de entonces los generales ya no rendirán explicaciones de sus triunfos ante el Senado, sino ante el emperador contribuyendo a la consolidación de la nueva ideología imperial.

En Roma se depositaron en el templo de Marte Vengador (Mars Ultor) los estandartes romanos recuperados de las contiendas contra los hispanos, los partos y otros bárbaros. Se erigieron varios monumentos conmemorativos de la victoria. En el año 19 a.C. el legado consular de la Lusitania L. Sestius Quirinalis erige las Aras Sextianas (probablemente Gijón). En la Galia en el 13-10 a.C. se construye el Trofeo imperial o Trofeo Augústeo de Saint-Bertrand-de-Comminges (Lugdunum) donde se conmemora la victoria sobre los aquitanos en la Galia y sobre los cántabros y astures en Hispania, así como la batalla de Actium. En la coraza de la escultura de Augusto Prima Porta Augusto (Museos Vaticanos) mandó representar a “Hispania” como una mujer y un trofeo conmemorando la conquista de Iberia, quizás en alusión a los cántabros y astures.

En Hispania, quedaron acuarteladas las legiones VI Victrix y X Gémina en la comarca leonesa de los astures; y en el sur de la Cantabria, la IV Macedónica. Tras la conquista, se inicia la explotación de los recursos del territorio y un paulatino proceso de romanización.

PARA SABER MÁS…
BOLADO DEL CASTILLO, R.; GUTIÉRREZ CUENCA, E. y HIERRO GÁRATE, J.A. (2012): “Las guerras cántabras” en Cántabros. Origen de un pueblo, ed. ADIC, pp. 95-201.
Peralta Labrador, E. (2003): Los cántabros antes de Roma. Ed. Real Academia de la Historia (2ª edición).
VV.AA. (2010): Castros y castra en Cantabria. Fortificaciones desde los orígenes de la Edad del Hierro a las Guerras con Roma. Catálogo, revisión y puesta al día (Serna Gancedo, M.L.; Martínez Velasco, A. y Fernández Acebo, V. Coordinadores), edita ACANTO.
VV.AA. (2015): La guerras astur-cántabras (Camino Mayor, J.; Peralta Labrador, E. y Torres Martínez, J.F., coordinadores). Primer encuentro arqueológico, Gijón, 2-4 de octubre de 2014. Ed. KRK Ediciones.VV.AA. (2018): Las guerras astur-cántabras. Revista Desperta Ferro. Historia militar y política de la antigüedad y el medievo, nº 45.