DIOSA CANTABRIA

Isabel García Fernández

En la fiesta de Las Guerras Cántabras, se creó el personaje de la Diosa Cantabria, con la intención de reunir en torno a ella todas las cualidades y virtudes que se han asociado a las deidades indígenas cántabras.

La existencia de una diosa “Cantabria” con tal nombre se ha puesto en cuestión. No obstante, en este personaje ficticio confluye el panteón sagrado de la religiosidad cántabra.

Estrabón habla de que en las noches de plenilunio todos los pueblos del norte celebran cultos con danzas rituales, desde la noche al amanecer, dedicadas a una deidad innominada.

Se conoce la existencia de una diosa madre (madre divina o madre de los dioses) en una estela hallada en Monte Cildá (Olleros de Pisuerga) a la que se le asociaba un templo a ella consagrado -MATRI DEU(m) o MATRI DEV(ae)-. También, se conoce una diosa de los caballos de nombre Epona (se la representa sentada en un caballo) de la cual se halló un ara en la zona de Monte Bernorio (Palencia): EPANE.

Igualmente, se constata veneración por las fuerzas y elementos de la naturaleza (ríos, montañas, rayos, …), cuerpos astrales (sol, luna y estrellas) y las divinidades de la guerra y de la muerte.

Otros dioses de los cántabros importantes es el dios padre o de la tormenta y del trueno, asimilado al Júpiter romano; quizás, de nombre Taranis o Candamo. Sus atributos eran la rueda cósmica, la esvástica y la doble espiral (rayo y sol).  Es el creador y el regulador del universo.

El dios Lug, relacionado con el sol (es el brillante o luminoso). Joven, dotado con una lanza mágica y el cuervo como símbolo. El dios de la Guerra y los guerreros, al que se refiere Estrabón (quizás de nombre Teutates, Cosus o Coronus, Parameco o el mismo Erudino del Monte Dobra), asimilado con el Ares griego y el Marte romano. De aspecto de cruel guerrero, aterrador y de color rojo (se le identifica con un caballo rojo solar y funerario), se le sacrificaban prisioneros de guerra, caballos y machos cabríos, en hecatombes (en número de 100), en una ceremonia donde se realizaban competiciones guerreras, quizás en torno a santuarios. A él puede aludir la escena tallada en la estela discoidea de Zurita con el sacrificio de un caballo y la ascensión del alma del guerrero caído en combate devorado por los buitres. Es también el dios de los territorios y de los grupos de guerreros.

Las divinidades de las aguas y la salud eran también comunes entre los cántabros. Un ara hallada en Monte Cildá dedicada al dios Cabuniaegino se erigió para favorecer la salud de otra persona. Las fuentes, en especial las termales, también eran objeto de culto a las ninfas (las Anjanas de la mitología tradicional montañesa). Quizás, la pátera de Otañes con alusiones a un culto de las aguas curativas y a una Salus Umeritana sea representación de las mismas. El culto a las aguas también se observa en las Fuentes Tamáricas citadas por Plinio con carácter premonitorio.